Douglas Irwin trabaja como profesor universitario en New Hampshire y lleva décadas especializándose en el estudio de los aranceles. El 2 de febrero, recibió una dolorosa lección sobre el impacto de estas medidas en el mundo real.
Su compañía eléctrica le envió una carta alertándole de que, dado que el presidente, Donald Trump, planeaba imponer aranceles a Canadá, su factura de calefacción aumentaría. Más tarde, Trump los aplazó un mes, pero algo quedó claro: los nuevos aranceles significan que Irwin y otros clientes pagarían más por calentar sus hogares en los gélidos inviernos de Nueva Inglaterra con el propano procedente de Canadá.
“Ha sido un invierno muy frío aquí, y [los aranceles] tendrían un impacto inmediato en un servicio que es muy caro para los consumidores”, dijo Irwin en una entrevista.
Como candidato, Trump prometió imponer aranceles a los países que, según él, han tratado a Estados Unidos de manera injusta. También prometió que la gente pagaría precios más bajos. Pero ambas cosas a la vez son incompatibles, según economistas.
El presidente, Donald Trump, durante la firma de una orden ejecutiva en el Despacho Oval de la Casa Blanca, el 10 de febrero de 2025.Al Drago / Bloomberg via Getty Images
Por otra parte, Trump quiere ampliar el multimillonario recorte de impuestos que impulsó en su primer mandato y, al mismo tiempo, frenar “el curso insostenible de la deuda federal”. Un presidente tiene poder para hacer cualquiera de las dos cosas, pero no ambas, según analistas presupuestarios.
Cualquiera que sea el ahorro de dinero que consiga Elon Musk al reducir la plantilla del Gobierno, no será ni de lejos suficiente para compensar el costo de los recortes fiscales, comentó Erica York, vicepresidenta de política fiscal federal de la fundación no partidista Tax Foundation.
“Lo que están haciendo [Musk y sus ayudantes] representa una gota en el vaso y potencialmente creará más caos e incertidumbre para la economía, lo que no ayuda a impulsar los incentivos para crecer e invertir”, indicó.
El inicio del segundo mandato de Trump ha sido un torbellino. Cada semana impulsa nuevas directivas, órdenes y declaraciones de la Casa Blanca. Los estadounidenses habían asegurado que aprobaban esa dinámica...hasta ahora, según una encuesta de CBS News.
Sin embargo, uno de los peligros de esa maquinaria de Trump en perpetuo movimiento es que las políticas que adopta y sus pronunciamientos pueden chocar de frente. Impulsar una cosa podría anular la otra.
Pero Trump no se disculpa. En declaraciones a los periodistas durante el fin de semana, afirmó: “Les diré una cosa, este país ha progresado más en las últimas tres semanas que en los últimos cuatro años, y volvemos a ser respetados como nación”.
Un funcionario de la Casa Blanca precisó en una entrevista el miércoles que las políticas no deben analizarse de forma aislada, sino en conjunto.
“Cuando damos un paso atrás y observamos el panorama completo de lo que está haciendo esta Administración, todo es complementario”, dijo el funcionario, hablando bajo condición de anonimato. “Cuando observamos el conjunto de políticas, nuestra agenda tiene mucho sentido”.
Trump puede ser su propio obstáculo
La economía no es más que uno de los ámbitos en los que Trump puede estar entorpeciendo su propio camino.
Una orden ejecutiva publicada en su primer día en el cargo pedía poner fin al uso del sistema de justicia como arma con fines políticos. Sin embargo, al archivar una causa penal contra el alcalde de Nueva York, Eric Adams, la Administración Trump dio a entender que el mandatario republicano podría utilizar las fuerzas del orden como presión para imponer su agenda.
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Por otra parte, Trump ha hecho un llamado para frenar el flujo de drogas ilegales hacia el país, pero su Administración ha redistribuido de manera temporal a más de 300 agentes del Gobierno cuyo trabajo incluía detener el flujo de fentanilo.
En cambio, los agentes han recibido la orden de ayudar a cumplir otro objetivo de Trump: deportar a inmigrantes indocumentados, indicaron a NBC News cuatro personas familiarizadas con la decisión.
Los agentes forman parte de una unidad policial del Departamento de Seguridad Nacional, cuya misión también incluye la lucha contra la explotación infantil, el lavado de dinero y la trata de personas. Ese trabajo puede verse afectado por las reasignaciones, señalaron las fuentes.
En respuesta, el funcionario de la Casa Blanca replicó que deportar a los delincuentes que viven ilegalmente en Estados Unidos y mantener las drogas fuera del país son objetivos interrelacionados. Los dos van “de la mano”, señaló la persona.
Detener a los inmigrantes criminales que viven en Estados Unidos “acaba con el modelo de negocio de los cárteles que trafican tanto personas como drogas”, añadió el funcionario.
Otro de los objetivos explícitos de Trump es salvaguardar la libertad de expresión. El mes pasado emitió una orden ejecutiva en la que sostenía que “la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, una enmienda esencial para el éxito de nuestra república consagra el derecho del pueblo estadounidense a hablar libremente en la plaza pública sin interferencia del Gobierno”.
Los reporteros de la agencia The Associated Press, sin embargo, se enfrentan a la firme interferencia del mismo presidente que puso su nombre a ese alto cargo.
Al tomar posesión de su cargo, Trump rebautizó el Golfo de México como “Golfo de América”, desechando un término que se ha utilizado durante siglos.
La agencia de noticias, cuyo libro de estilo es la guía para muchos medios de comunicación, avisó que se quedaría con el nombre antiguo, aunque señalando el cambio de Trump.
Eso no le pareció a Trump, y los reporteros de AP han perdido su asiento en el Air Force One y han sido excluidos de los grupos en los que un pequeño cúmulo de periodistas son admitidos en ciertos eventos de la Casa Blanca donde pueden hacer preguntas al presidente.
“Vamos a mantenerlos afuera, hasta que acepten que es el Golfo de América”, indicó esta semana Trump a los periodistas.
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Castigar a un influyente servicio de noticias que ejerce la libertad de expresión parecería entrar en conflicto con la propia política de Trump.
“Las medidas punitivas contra AP son muy malas y extrañas”, aseguró Margaret Sullivan, directora ejecutiva del Centro de Ética y Seguridad Periodística de la Universidad de Columbia. “La Casa Blanca y el presidente no pueden escribir el libro de estilo de The Associated Press.
“Aquí hay una importante cuestión de la Primera Enmienda: En Estados Unidos, se supone que el Gobierno no debe controlar ni restringir a la prensa libre, y eso es exactamente lo que está ocurriendo aquí”, añadió.
Cuestionado por el trato hacia AP, el funcionario de la Casa Blanca dijo: “El hecho es que el jefe del ejecutivo de Estados Unidos emitió una orden ejecutiva para cambiar el nombre del Golfo de México. Si no informan de ello con precisión, no confiamos en que informen correctamente de otras cosas. Entonces, ¿por qué les daríamos acceso aquí?”.
“No es que tengamos guardias armados en la Casa Blanca rechazando a AP”, añadió el funcionario. “Solo estamos diciendo que, si una parte en una relación no está actuando de buena fe, la otra parte no va a mostrar buena fe unilateralmente”.
Además, desde que asumió el cargo, la Casa Blanca de Trump ha restaurado 400 pases de prensa que la Administración Biden había “revocado”, agregó el funcionario, mientras que Trump ha demostrado ser mucho más accesible a los medios de comunicación que Biden.
Problemas arancelarios
Probablemente no existe un instrumento económico que le guste más a Trump que los aranceles. Saborea la propia palabra, calificándola como “la más bella” del idioma.
En un discurso pronunciado el miércoles en Miami Beach, Florida, Trump adelantó una nueva serie de aranceles que se están preparando.
“Voy a anunciar aranceles sobre los automóviles, los semiconductores, los chips y los productos farmacéuticos, probablemente sobre la madera y algunas otras cosas durante el próximo mes o antes”, dijo.
Pero si sigue adelante e impone todos los aranceles que está considerando, corre el riesgo de descuidar otra promesa que puede ser más importante para los votantes.
Trump ganó, en parte, por su promesa de reducir el costo de los alimentos, la gasolina y otros productos básicos de la vida cotidiana. Si los aranceles socavan su promesa de hacer precisamente eso, se arriesga a que algunos de los mismos votantes que rechazaron a Joe Biden se lo reprochen.
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La encuesta de CBS News encontró que casi dos tercios de los adultos pensaban que el enfoque de Trump en bajar los precios era “insuficiente”.
Los aranceles elevaron los precios de lavadoras y secadoras durante el primer mandato de Trump en un 12%, según un estudio de la Universidad de Chicago.
Pero el funcionario de la Casa Blanca señaló que los aranceles de Trump en el primer mandato no hicieron subir la inflación. Y en el nuevo mandato, la Administración está abordando la “causa raíz” de la inflación, “que no son los aranceles, sino el gasto público desbocado que impulsa la demanda y hace que suban los precios”.
“Esta Administración ha sido ambiciosa con los recortes del gasto, y eso nos permite hacer recortes fiscales sin disparar el déficit. No son mutuamente excluyentes”, añadió el funcionario.
Aun así, hay señales tempranas de que los aranceles de Trump pueden hacer subir los precios.
Una empresa de materiales para tejados llamada GAF envió una carta a sus clientes norteamericanos el 10 de febrero en la que citaba el arancel del 10% que Trump impuso a las importaciones chinas y mencionaba la posible “inflación de precios” que podría seguir.
En una declaración a NBC News, un portavoz de la compañía aseguró: “Esperamos que los aranceles puedan ser un motor inflacionario, pero es demasiado pronto para especular sobre el impacto específico hasta que tengamos una mejor comprensión de su alcance exacto y el momento de su implementación”.
Si Trump quiere sus aranceles, puede que tenga que aceptar precios más altos. Si quiere precios más bajos, puede que tenga que renunciar a los aranceles.
Puede que Trump quiera ambas cosas, puede que haya pedido ambas cosas, pero “no se pueden tener las dos cosas”, aseveró Mary Lovely, miembro sénior del Instituto Peterson de Economía Internacional, no partidista.
“No se pueden derogar las leyes de la economía. Y eso es con lo que se está topando”.
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